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Derechos


 
 


•  E l pueblo huarpe se ve cada día más acorralado con nuevos alambrados, con nuevas tranqueras que les van seccionando de la manera más dudosa e injusta su territorio, su Madre Tierra, que ya no les alcanza para mantener a sus cabras, ni les permite cosechas de toda la algarroba ni del junquillo necesario para su alimento y sus obras.

•  La Fundación Inti Cuyum de San Luis creó un Centro de la cultura Huarpe   aprovechando el edificio de la escuela que fue reacondicionado para que funcione como Hogar-escuela. El ideal es que allí convoquemos a los mayores, para abrevar en su sabiduría y así rescatar la memoria y la cultura de nuestro pueblo. Negrita Guakinchay.

 
 

Un carro sin corona y sin reina
Por Eva Rodríguez.
(Diario Los Andes. Mendoza , Argentina, Martes 11 de marzo de 2003)

Hoy en Lavalle existen comunidades indígenas y de que, a partir de una sentencia de la Suprema Corte de Justicia del año 1993 y de una ley de "reparación histórica" aprobada por unanimidad en la Legislatura Provincial, las comunidades indígenas son las verdaderas dueñas de la tierra. Por su parte, el padre Benito Sellito (un misionero nacido en Italia que cambió "los Alpes por los Andes"), pieza clave en la lucha de este pueblo, afirma que "la posesión huarpe de la tierra es ancestral".

-¿Cómo decidieron esta participación en la Vendimia?

J.M.: -El hecho de participar se pensó mucho en las asambleas y decidimos que era importante para la concientización que queremos lograr.

B.S.: -Ellos no presentaron reina, prefirieron representar lo que es la realidad de su vida, dura, durísima, con los elementos de su vida cotidiana: los animales, el algarrobo, el cordero, la balsa. Por fin Mendoza reconoce que hay un pueblo autóctono constituido por los aborígenes locales. Por primera vez después de cuatrocientos cuarenta y dos años los huarpes están presentes, no como esclavos, ni como los que infringen la ley, sino con la frente alta como pueblo, porque ellos tienen muchos valores que necesita Mendoza.

Haciendo memoria

El padre señala que este pueblo que habitaba el Valle de Huentata y también las Lagunas de Guanacache buscó como refugio estas últimas, huyendo de los encomenderos españoles que los querían llevar como esclavos a Chile. "Allí, vivieron desde esa época renunciando a su lengua y a su apellido. En el año 1838 hubo un decreto del gobierno de la provincia que reconocía que ellos eran los dueños del actual departamento de Lavalle, que antes se llamaba del Rosario. Esto fue así hasta 1879, cuando el mismo gobierno empezó a vender las tierras. Hay un documento de este año en el que los naturales piden apoyo a las autoridades porque gente extraña estaba invadiendo sus tierras. Quienes compraron estas tierras y hoy tienen los títulos, sabían y saben que en ellas vive gente. Entonces, ¿quién es el dueño, aquellos que tienen un título, a veces fraguado, o aquel que la posee y ha poseído siempre?".
-¿Usted dice que estos títulos no son válidos legalmente?

-Según la mensura que se ha hecho para poder aprobar la ley y dar la tierra a los huarpes, son setecientas ochenta y cinco mil hectáreas. Sin embargo, en los títulos -que son ciento veinte- se habla de un millón setecientas mil hectáreas. Es decir, hay un millón de hectáreas en papeles que no existen. Han creado títulos que después han sido entregados a los bancos como garantía para pedir préstamos. Por eso ahora, los que tienen el título quieren tomar la posesión de los campos, entonces están alambrando y poniendo tranqueras, cuando a lo largo de siglos nunca les interesaron las tierras, excepto como garantía. Esto es ilegal porque incluso la Constitución indica que se debe reconocer la posesión de la tierra por parte de los aborígenes, al igual que la propiedad comunitaria. Esta es la tragedia que están viviendo estos hermanos hoy.

-¿Creen que la sociedad mendocina está dispuesta a reconocer sus derechos?

J.: -Vemos que en Mendoza ya no se desconoce nuestro reclamo. Nuestros derechos no son cosas de los libros, son algo real. Sentimos que la gente acepta que existimos, nos ve. A través de nuestra lucha pedíamos no sólo que se nos reconozca en palabras, sino también mediante la ley y que se nos dé la tierra que hemos ocupado siempre.

B.S.: -Yo creo que, en general, Mendoza busca revertir esta situación de injusticia poniendo el nombre de "Aborigen" a un parque o haciendo algún monumento, pero que sin embargo cuando el pueblo huarpe se planta frente a sus derechos no se los quiere reconocer. Pero esto está cambiando, gracias a Dios. Desde este año, por ejemplo, el Consejo Superior de la Universidad Nacional de Cuyo ha aprobado diez becas completas de estudio para esta comunidad, y serán ellos mismos los que decidirán qué jóvenes las tomaran.

-¿Ustedes quizás ya no lleven los apellidos huarpes y han cambiado algunas costumbres. En qué cosas de su vida actual sobrevive la cultura huarpe?

J.M.: -Sí, los apellidos los hemos perdido, es difícil encontrar entre nosotros los apellidos originales. Todavía están los Guayama, Azaguate, Guaquinchay, Talquenca... Nuestra cultura sobrevive en la unidad solidaria, en la hospitalidad, en la forma de vivir en común en la tierra. Si bien las propiedades son muy extensas, no existen alambrados para delimitar los puestos. Los límites se determinan fácilmente, sin necesidad de faltar el respeto al puesto del otro.

B.S.: -Lo que a ellos les da identidad y los mantiene unidos es el valor de la madre tierra. La tierra se comparte en común porque la madre no se puede dividir. Para ellos lo individual es el rancho o la casita, el pozo, el corral y los animales. La tierra no.

La cultura occidental es muy individualista; en cambio, para ellos el valor principal es la comunidad y la madre tierra como valor esencial que los une y los identifica.

J.M.: -Personalmente me gustaría pedir a la sociedad mendocina que vaya tomando conciencia que no estamos pidiendo que nos regalen nada, sino que nos dejen vivir en paz en la tierra que hemos ocupado siempre. No queremos pelear con nadie, ni agraviar a nadie. No es cierto eso que se suele decir en los medios de comunicación de que incitamos a la violencia; sólo queremos vivir en paz.