A pesar de la aculturación se identifican como mocovíes con sus formas de ser, pensar y hacer. Muchos hablan su idioma aún, y actualmente hay un fuerte movimiento de recuperación cultural. (1)
"El Padre jesuíta alemán Germán Paucke, vino de la reducción jesuítica de San Javier (Santa Fe) a Buenos Aires con un grupo de indios ¡Qué los traía en aquella excursión de más de 100 leguas por campos inseguros y peligrosos?. Venían solicitados por el provincial de la Compañía y por el obispo de la ciudad con el fin de ejecutar música religiosa. Porque el Padre Paucke había formado una orquesta de indígenas que se desempeñaban con " dos violones, dos arpas, ocho violines, un violonchelo, una trompa marina, los demás eran cantores. En todo 20 muchachos indios, los mayores de 16 años". En trece días llegaron a Buenos Aires. Tocaron y cantaron en San Ignacio, en la Catedral, en la mesa del Obispo. "La música de mis muchahos , dice Paucke, fue para la admiración y diversión de todos, y no hubieran creído jamás que entre semejantes bárbaros se encontraría tal habilidad para un arte armonioso tan difícil, si ojos y oídos no los hubieran convencido". Los templos se llenaban a punto de que dos granaderos tenían que cuidar sus puertas para evitar atropellamientos".(4)
El trato con los aborígenes, narración de Paucke
"Aún cuando yo tenía adquirida cierta experiencia en el modo de tratar convenientemente a los indios, sin embargo no alcanzaba a comprender cómo era que, habiéndoles yo dirigido cualquier exhortación y preguntándoles luego si me habían entendido, no me era posible conseguir que me contestasen afirmativa o negativamente, sino que, encerrándose en un mutismo absoluto se limitaban por toda respuesta, a un especie de ronquido; además se quedaban con la vista clavada en el suelo, y trazando en el mismo con el dedo pulgar del pié alguna figura u hoyuelo, escupían a uno y otro lado.
Al notar esto no atinaba al principio a darme cuenta de lo que podían significar tan extraños ademanes, pero tampoco se me ocurrió tomarlos a mal. Un buen día , empero, hallóse presente el cacique Aletín en el momento preciso en que un indio reproducía la escena que acabo de describir.
Empezo´el cacique a hablar al indio con mucha moderación y sosiego, apoyando la exhortación que yo acababa de dirigir.Pero el único resultado que obtuvo fue que el indio con más arrebatamiento que nunca siguiera cavando en la tierra con el dedo del pie y escupiendo sin cesar por todas partes.
En notando ésto, llamóme a parte el cacique y me dijo:
"Mira padre yo veo que por hoy no surtirá efecto alguno tu exhortación, pues este hombre seguramente ha sufrido algún contratiempo que le aflige o le causa enojo,- deja pues por hoy que se retire a su casa, hasta tanto haya digerido la causa de su descontento, pues de lo contrario correremos el riesgo de que todavía se enfade contra ti y que no vuelva a dejarse ver.
Siguiendo pues el consejo del cacique, despedí al indio con algunas palabras amistosas y con un regalito; esto último lo aceptó pero sin dar la menor señal de agradecimiento y luego sin despedirse siquiera de nosotros, dio media vuelta y se retiró.
Sin embargo al día siguiente ese mismo indio me volvió a visitar espontáneamente, y en llegando me saludó con mucha afabilidad, me miró sin preocupación a la cara y, habiendo contestado a todas mis preguntas, se quedó todavía algún tiempo más a mi lado mostrándome buen semblante y prestando especial atención a cuantas obsevaciones se me ocurriera hacerle"(Florián Paucke "Memorias"). (5)