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Articulación Ecuménica Latinoamericana
V Encuentro Taller de Teología India
Manaos Brasil, 21 al 26 de abril de 2006.
Declaración Final.
A todas las comunidades indígenas de todas las naciones y gobiernos del mundo de todas las Iglesias, desde el corazón de la Maloca de Amazonia les anunciamos que la fuerza de los pequeños, es vida del mundo.
Como los arroyos y manantiales que confluyen en el gran río Amazonas, así desde los pueblos que nacemos en los cuatro vientos hemos venido a juntar nuestros corazones y palabras a orillas de este gran río sagrado.
Convocados por el Creador de las aguas y de las forestas, Gran Padre de los Cuatrocientos Nombres, venimos a participar en el V Encuentro Latinoamericano de Teología India en Manaos.
En Brasil nos han recibido con gran ternura, con palabras hondas y danzas movidas por sonajas, silbatos y corazones dispuestos a compartir esperanzas y sueños de otro mundo posible, en donde la fuerza de los pequeños es una alternativa para la vida toda.
Desde el primer momento hemos saboreado las riquezas rituales de nuestros pueblos, que manifiestan la gran sabiduría y el enorme amor de nuestra Madre Padre de la Vida, expresado en las candelas, hojas, semillas, frutas, bebidas, incienso y oraciones.
Jesucristo resucitado, curiosamente se presentó en nuestro encuentro teológico, dando fuerza a la lucha de los pueblos y dando sentido a la muerte de nuestros mártires. En nuestros corazones hemos escuchado que la vida triunfa sobre la muerte. Una abuela, dentro del encuentro, nos enseñó que cuando se muere luchando por la vida, no se muere jamás. Nuestros mártires no son enterrados sino sembrados para que nazcan nuevos guerreros, con lo que la experiencia de nuestros muertos fortalece el corazón de nuestros pueblos. Vivimos y queremos seguir viviendo y por eso ofrecemos nuestra propia vida.
Nos han traído una gran alegría y esperanza las palabras de los hermanos y hermanas acompañantes y aliados de esta caminata teológica, cuando han afirmado que esta luz que es Señora Señor de la Tierra y del Agua, ya estaba en los pueblos indígenas y en todas las culturas y religiones y que ninguna de ellas debe estar sobre la otra, porque cada una de ellas tiene en sus manos una pequeña luz del Fuego Divino.
En contraste, con profundo dolor y preocupación hemos escuchado que se ha frenado el proceso de que hermanos nuestros puedan recibir el diaconado en la diócesis de San Cristóbal, Chiapas y que se han impuesto medidas disciplinarias a hermanos indígenas teólogos de México. Hemos implorado al Espíritu Santo que abra los corazones y las mentes de quienes deben conducirnos hacia una auténtica universalidad para que, como en Pentecostés, nuestra Asamblea cristiana manifieste todos los rostros y todas las lenguas del mundo.
Los mitos, los ritos y las experiencias históricas nos han reafirmado que son el recinto más sagrado que tenemos los pueblos indígenas. Las plegarias y las danzas durante nuestro encuentro nos invitan a una continua purificación de los males y de las plagas que se nos han metido en el corazón, impuestos por el sistema neoliberal. Es verdad que muchas de las plagas nos vienen de afuera, aunque desafortunadamente también, hemos tenido producción de ellas entre los mismos indígenas como el divisionismo, la pérdida de identidad, el abandono de nuestras tierras, la violencia familiar.
Los participantes en este encuentro queremos denunciar que la plaga que más amenaza en este momento de la historia es la que sufre la Amazonia, su enorme caudal de agua, su gran riqueza de biodiversidad, sus pueblos y culturas milenarias, a causa de la codicia de los poderosos que pretenden adueñarse de este ecosistema que es imprescindible para la vida de todos los seres de la Tierra.
Frente al sistema neoliberal que arrasa y destruye la vida, las y los indígenas ofrecemos a los pueblos del mundo, como alternativa, la sabiduría con la que cultivamos y cuidamos a la naturaleza, la manera tradicional con la que nos curamos integralmente, la fortaleza espiritual que nos ayuda a salir adelante en la historia.
Convocamos a todos los pueblos indígenas a seguir siendo los guardianes y defensores de los mares y del viento, de los peces y las aves, de las semillas y los frutos, de los árboles y de los animales, de los ríos y de las montañas, de las pampas y de los campos, porque el corazón del Cielo y de la Tierra nos ha sembrado en la historia para dar alegría y plenitud al mundo y no para marchitarlo ni destruirlo. Y los convocamos también a seguir luchando y exigiendo que sean respetados los Derechos Indígenas por los gobiernos, la sociedad y las iglesias.
Desde la palabra milenaria de nuestros abuelos y abuelas, hemos visto nuestra pequeñez y hemos tomado conciencia de que solos y aislados no podremos hacer frente a las amenazas que nos presenta este sistema de muerte. Las narraciones, dentro del encuentro, de los mitos donde han aparecido las hormigas y los sapitos nos han dejado esa enseñanza en el corazón.
Cuando nuestros hermanos y hermanas indígenas de Manaos nos invitaron a visitar las aguas sagradas del Amazonas, sitio donde se juntan las aguas blancas y las aguas negras, aprendimos que es posible unirse los diferentes en un solo caudal generador de vida para la humanidad y fertilidad para el mundo.
A lo largo de estos días han aparecido algunos retos, defender la vida de nuestras hermanas y hermanos indígenas que están siendo agredidos, propiciar un auténtico diálogo entre indígenas e instituciones nacionales y eclesiales, comprometernos proféticamente como misioneros y misioneras que lejos de imponer una ideología testimoniemos y anunciemos el Evangelio de Jesucristo.
Durante estos días de profunda contemplación hemos constatado que la fuerza de los más pequeños, está en su unidad y organización, en sus asambleas y encuentros comunitarios, en ser responsables con sus servicios y cargos, en abrir sus corazones para sumar y multiplicar, en sus sueños y utopías, en el saber transformar y complementar su identidad y su cosmovisión propia, en su ética y cumplimiento de la palabra, en su vinculación con la tierra y con las aguas, en su solidaridad y capacidad de movilización, en su parentesco con toda la creación y su hermandad con todos los pueblos, en sus danzas y sus fiestas, en su espiritualidad y honda vinculación con quien es Madre y Padre de la Vida.
Desde nosotros damos un amplio agradecimiento a quienes han sabido solidarizar a las causas indígenas y se han comprometido con éstas hasta las últimas consecuencias, en cada uno de los países de Latinoamérica, por ejemplo en el levantamiento de Chiapas, México, el levantamiento indígena en el Ecuador, en el empoderamiento indígena de Bolivia, en las luchas por la demarcación de las tierras en Brasil, en el reconocimiento Constitucional en Paraguay, pero sobre todo queremos reconocer a quienes, como Jesucristo, día a día están con nosotros en nuestras comunidades, en los momentos de dolor y de fiesta, en los momentos de siembra y de cosecha, en las malas y en las buenas , a quienes con nosotros trabajan y con nosotros sueñan a ellos y ellas que por nosotros mueren y en nosotros resucitan.
Al final de nuestro encuentro en torno al fuego y a la comida, nos estrechamos de las manos para comprometernos a seguir construyendo nuestra historia, a seguir defendiendo nuestros territorios tradicionales, a fortalecer nuestras culturas y religiones propias, a solidarizarnos con las luchas políticas de nuestros pueblos, a seguir impulsando el surgimiento de las Iglesias Autónomas.
Desde la Gran maloca Indígena de la Amazonia en manaos, Brasil, a 26 de abril de 2006. |